Llegaron los abuelos Lane. Mis viejos tuvieron la paciencia que les pedimos para poder tener nosotros tiempo de acomodarnos luego del nacimiento de Simón. Así que dos semanas después, Eduardo y Georgina llegaron a Vancouver. Estaban desesperados por conocer a su primer nieto y les agradecemos muchísimo que nos hayan entendido en el pedido.
Los traje del aeropuerto al departamento que alquilaron y cuando empezaban a desempacar los sorprendimos con la entrada por la puerta principal de su nieto Simón, en el cochecito empujado por Sil. ¡Que emoción! Yo esperaba este momento con muchas ganas. Lo imaginé muchas veces, de mil maneras y esta fue perfecta. Además de querer compartir esta alegría con mis viejos, había algo más, era finalmente estar juntos para presenciar el comienzo de un nuevo ciclo para todos. De abuelos, de nuevo padre y de hijo que ahora es padre. Hay de alguna manera una sensación de misión cumplida y pasada de posta. Como me dijo mi mamá hace un tiempo, se cierra un círculo, mi hijo toma mi rol como padre. Empiezo a entender. Es tan inmenso todo esto que no tengo forma de describirlo.
La vida va muy bien en un caluroso Vancouver (35 de sensación térmica hoy). Y eso que Simón ha salido bastante (playa, plaza, restaurantes, montaña y mar) la vida nos ha cambiado bastante. Silvia y yo estamos en un desafío de paciencia interesante. Paciencia con Simón y con nosotrso mismos. Reconozco que yo me desespero más facilmente que ella, pero bué, ahí vamos aprendiendo. Simón se porta como un ángel cuando hay visitas y especialmente cuando viene la partera. Cuando sale en cochecito se duerme como si fuera una morsa echada al sol en la playa. Pero en casa...ayayayay...en casa utiliza combinaciones tremendas de sonrisas, desperezadas increiblemente simpáticas con tormentos de llanto profundo y desgarrador, siestas de tres horas seguidas con noches sin dormir. Todo esto se redondea con cambiadas de pañal en armonía y otras con llantos que despiertan a toda la ciudad (especialmente las cambiadas nocturnas). Además muchas cambiadas de pañal vienen con Tor-Pedo. Sí, sí. Hasta ahora han recibido impacto, un calzoncillo de Oliver (puesto), el pote de crema, ropa de Silvia, infinidad de pañales limpios a punto de ser cerrados, y un pantalón de mi mamá, cuando ella pasaba por ahí para ver a su nietito divino. Simón es un ángel, un ángel que caga 25 veces por día. Y cada día que pasa lo quiero más a este diablillo.
Aca van unos fotos de estos últimos días y unos videitos incluyendo una breve canción muy inspiradora que le canto a Simón (y que dejaré de cantarle una vez que empiece a aprender el significado de las palabras). Por ahora le gusta y se duerme cuando se la canto.
Pronto más fotos con el tío Hugo y los abuelos Lane!
El abuelo Eduardo haciendo los deberes: calentando una remera de Simón con la bolsa de agua caliente. De fondo el cambiado de pañales.