Pasa el camión de bomberos, la banda de trompetas y trombones, el escuadrón de motos de policía, la banda de gaitas, personas disfrazadas de muñecos,…y sigue. Los niños a la vera del camino saludan a quienes desfilan, a cambio reciben un divertido gesto…y sonríen y no lo pueden creer… “¡me saludó el que maneja el camión de bomberos!”... “¡el oso gigante ese me saludó y me dio un caramelo!”… Eso veo en las caras de los pibes.
Son cientos de chicos, adolescentes, padres, solterones, abuelos, estudiantes y yuppies en una calle de ciudad por la que normalmente rugen los colectivos, silban las bicicletas, y sólo murmullan los transeúntes. Hay puestos de comida, carreras de 1 km. con disfraces. La comunidad tiene sus días para juntarse en las calles y divertirse. Parece tan ingenuo a veces. Con Sil miramos desde la ventana de nuestro departamento hacia la calle, y vemos todo esto pasar, a la gente aplaudiendo, sonriendo, divirtiéndose con pavadas ¿Con esto se divierten los canadienses? Eso fue lo primero que pensamos. Nos reímos…pero seguramente sea pura envidia. Yo no tengo recuerdos de esto en mi infancia ni adolescencia, ni tampoco de vivirlo de adulto. Supongo que esto existe en los barrios de Buenos Aires, debe ser que a mi me parecía medio ridículo y aburrido, o no quería ser visto en este tipo de evento. No lo sé. Pero hay algo que flota detrás de todo esto que veo hoy que me parece increiblemente lindo, ingenuo, pero lindo.
No se si decir que hay mayor actividad comunitaria aquí. Es tan difícil medir el capital social cuando uno recién se está metiendo en la cultura local. Sin dudas acá el contacto físico es más escaso, el saludo más distante y el latido de la ciudad más sobrio. No se sí los vecinos se conocen, se visitan, etc. Yo poca bola le di a mis vecinos en Buenos Aires, y lo mismo ahora. En fín, la contracara de la distancia y cierta baja temperatura de las relaciones humanas en esta ciudad, es la ola de eventos comunitarios que hay en este comienzo de verano. Hay excitación por las más cálidas temperaturas (llegando a los 20°C con comodidad) y se funden las corrientes de inmigrantes que hoy dominan las caras e idiomas que se ven y oyen por las calles (el 90% de la población de Vancouver no nació en esta ciudad). Ya pasamos por el año nuevo chino, el día griego, y el festival de nuestro barrio que es hogar de gentes de los todos los continentes. Todo se vive con algarabía. Seguiremos explorando.
El verano ya me genera una alegría de vivir que sólo se equipara con la desesperación por disfrutar de todo en este breve lapso en el que Vancouver se olvida de su ubicación casi polar y su origen de bosque lluvioso.
Algunas fotos del evento comunitario de nuestro barrio:
Almorzando con Inés y Julián en el día Griego, en el barrio de Kitsilano, a pocas cuadras de casa.
Juane e Isabel, compañeros de investigación de Sil, de las islas Canarias.
Noche de solsticio y cumpleaños de nuetro amigo mexicano Diego (remera roja). El flash de la foto revela lo que pasaba en la penumbra de la fiesta.
Me brilla la pelada durante el festival de Jazz, que tiene eventos gratis al aire libre y sesiones costosas en teatros para disfrutar de personajes como Herbie Hancock, Wynton Marsalis y Brad Mehldau. Nosotros estuvimos al aire libre.
Stanley Park es uno de los íconos naturales de la ciudad de Vancouver. Se encuentra en el medio de todo, entre el mar y la ciudad.
Aca los clásicos totems del parque:
Desde el malecón de Stanley Park
En el medio del parque, nos encontramos con este ecosistema. A 5 cuadras hay rascacielos, taxis, bancos, alcantarillas...gente....
Paseando en bici por el Parque.