Fue mi cumpleaños y estuvo muy bueno. Celebramos en nuestra casa una tarde de domingo al ritmo de varios ponqués (tortas) y postres. Para poder tener en nuestra casa invadida de artículos Simonísticos a nuestros invitados, les sugerimos que vinieran entre las 3 y las 8 esperando que llegaran en horas distintas. Pero justo ese fue el último domingo que la madre naturaleza aportó sol y calorcito en Vancouver y todos cayeron cuando terminaba la tarde. Estuvo bien porque al final la cantada del feliz cumpleaños fue más animada. El año pasado fue el boleto de lotería el regalo fuera de lo común, este año fue una planta que come insectos acompañada de dos moscas (vivas) en un tarro. Un regalo que genera conflictos internos terribles!
Hace un año escribí que Vancouver se veía divino en otoño. Lo reitero. Es un placer asomarse por la ventana y ver arboles con hojas rojas, amarillas, verdes, naranja, violeta, cafés. Caminar por los andenes y pisar las hojas secas y crujientes. Bueno, últimamente llueve todo el día y las hojas divinas se pegan en las ruedas del coche de Simón, hojas que después quedan en el tapete de nuestra casa y yo tengo que aspirar. El otro día me acorde del clima bogotano: lluvia intensa de mañana y sol repentino, resultado: un arcoiris divino.
De paseo dominguero anduvimos por el centro en una feria de diseño y aprovechamos para conocer el nuevo centro de convenciones. No entramos porque estaba cerrado pero por fuera es muy lindo. Al tomarnos unos minutos mirando el mar nos sorprendió una imagen muy vancouveriana y para mí, fuera de serie: lancha y avioneta (en realidad hidroavión) compartiendo la vía en la ciudad.
En el centro de convenciones nuevo
En el centro
Dolor de rodilla o cantando?
Arco iris
Los colores del otoño
Cebolla de nuestro balcón, Oli la sembró