Pasaron días que cambiaron mi percepción de nuetra nueva vida aquí en Vancouver. Mi amigo Francisco nos visitó desde Buenos Aires por unos días, y además de sus bien recibidos regalos de cabernet, alfajores, dulce de leche y tapas de empanada, me obligó a activarme en el deporte de montaña. Luego de 10 años de la última vez que me subí a un snowboard, me lancé el viernes por las pistas de Grouse Mountain intercambiando descensos sostenidos y hasta dignos, con golpes y caídas vergonzosas. La vista de la ciudad desde la montaña es imponente. Parados en la nieve veíamos el mar, las islas, los bosques y la gran ciudad. Cuando baja la luz se enciende la iluminación artificial y la pista comienza a tomar otra forma, se alargan las sombras y comienza a llegar la gente que sale de sus actividades semanales a eso de las 5 de la tarde para aprovechar las 5 horas que aún quedan de esquí, snowboard, patinaje sobre hielo y snowshoeing en este lugar. Una ciudad diferente, una semana laboral diferente.
El olvido de la cámara de fotos y por ende la imposibilidad de documentar mis caídas fue sin dudas un acto instintivo de auto preservación. Tengo una reputación que cuidar.
Ayer viajamos durante una hora y media con Julián y Francisco por el bosque que bordea la parte sudoeste de la ciudad. Julián, guía de lujo y amigo paciente, nos llevó por caminos de película entre árboles altísimos, y olores de vegetación y mar que se turnan en inavdirte los pulmones y el cerebro. La emoción te sostiene unos centimetros por encima del suelo durante todo el recorrido. Adrenalina y velocidad en los descensos, paz y felicidad en el llano, esfuerzo y silencio en los ascensos. Una y otra vez. Árboles, mar, arroyos, tierra, el aire fresco y cristalino, la luz que se filtra entre las copas.
Ya está oscuro el domingo. Preparo mis curriculums para encarar la nueva semana. Silvia estudia desde el lunes pasado. Va sorteando los obstáculos y desafíos con elegancia. Firme, paso a paso avanza. La admiro mucho. Se ríe cuando entro a casa luego de mi trabajo de albañil o de extra. Embarrado y sucio o maquillado y con cuentos de camarín. Quiero que escriba en el blog pero se niega. Lanza evasivas. Ya llegará el día.
Ayer comimos fondue de chocolate = Felicidad.
Además la patrona trajo unos vasos largos y de whisky que encontró en la calle. Así estamos.
El departamento está cada vez más lindo, y los días también.
http://www.youtube.com/watch?v=OCH_PfEFwsI
O.
2 comentarios:
ya veo el toque decorativo de la casa ineludible de silvia. que ganas de estar de visita!
Cuántos regalos te llevó tu amigo. ¿Te debía algo o el papá tiene un almacén?
Yo también quiero probar los snowshoes... ya desde hace un par de meses.
Sí, ¡Que por favor blogee Silvia!
Publicar un comentario